La cada vez más palmaria superioridad del vehículo eléctrico

11 diciembre 2024

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «El patetismo de los argumentos desactualizados» (pdf), y es un intento de visualizar lo perjudicial de determinados argumentos que nunca tuvieron carta de realidad, pero que siguen surgiendo entre personas ignorantes o simplemente desactualizadas.

Cuando este tipo de argumentos erróneos se convierten en habituales, determinan que un país como España se quede a la cola de la adopción de una tecnología fundamental en la mejora de la calidad de vida y de la lucha contra la emergencia climática, con todo lo que ello conlleva. En Noruega, por ejemplo, ya es obligatorio que todos los taxis y vehículos de transporte de pasajeros sean eléctricos.

En la transición hacia un futuro más sostenible, los vehículos eléctricos son, simplemente, una tecnología superior frente a los vehículos con motor de combustión interna. La combinación de avances tecnológicos, beneficios económicos y ventajas ambientales ha hecho que la industria de la automoción tradicional entre en la peor crisis de su historia, de la que muchas marcas, desgraciadamente, no serán capaces de salir. Mientras compañías como Ford o Volkswagen se debaten entre problemas cada vez más importantes, el futuro del automóvil está en algún punto entre la compañía que lo cambió todo, Tesla, y una pujante industria automovilística china que ya ofrece vehículos competitivos en todos los segmentos de precio. Todas las marcas que no se planteen abandonar ya el vehículo de combustión y que no rediseñen completamente sus fábricas y su cadena de valor, distribución incluida, van a tener muy serios problemas de supervivencia. Muchos de los que eran vehículos de lujo van a pasar pronto a ser extravagancias viejunas con marcas agonizantes o desaparecidas detrás.

Los híbridos, en ese sentido, han sido un auténtico engañabobos que no va a durar, una forma de que la industria colocase automóviles más complejos, más caros y con una doble mecánica que incrementa la complejidad y el mantenimiento, a conductores que creían que les solucionaban un problema inexistente, o que querían obtener unos privilegios de circulación y aparcamiento gracias a su etiqueta que también van a desaparecer pronto.

Primero, lo evidente: los vehículos eléctricos no generan emisiones directas, lo que reduce significativamente la contaminación del aire, especialmente en zonas urbanas. Pero además, convierten una proporción mucho mayor de la energía almacenada en movimiento, mientras que los motores de combustión desperdician gran parte en forma de calor. Kilómetro a kilómetro, la electricidad es muchísimo más barata que la gasolina o el diésel, especialmente si se carga en casa, lo que unido al hecho de tener muchas menos piezas móviles, conlleva que se eliminen muchas de las revisiones y averías comunes en motores de combustión. El rendimiento, además, es muy superior: aceleración más rápida, sin la pereza e inercia de los motores tradicionales, con una contaminación acústica mucho menor, y con mayor estabilidad por la colocación de las baterías, que proporciona un centro de gravedad bajo que mejora el manejo y la seguridad. Además, tanto los vehículos eléctricos como sus baterías duran muchísimo más de lo que inicialmente decían algunos, significativamente más que un vehículo de combustión – como era lógico desde un principio antes de que ese argumento engañabobos, falso e interesado apareciese.

Los modelos actuales ofrecen entre ya más de cuatrocientos kilómetros por carga, más que suficiente para la mayoría de los usos diarios y para viajar de manera perfectamente cómoda. Las baterías están diseñadas para durar veinte años, y los avances en reciclaje ya están cerrando el ciclo. Finalmente, otro de los «fantasmas», los incidentes de incendio en baterías, se han revelado como extremadamente raros en comparación con los riesgos asociados a la combustión de gasolina o diésel.

Con la evolución de las infraestructuras de carga y la reducción continua en los costes de producción vía economías de escala, se están eliminando las barreras para la adopción masiva del vehículo eléctrico, y así lo prueban las ventas en cada vez más países. Con un enfoque global hacia la sostenibilidad, los vehículos eléctricos son ya la solución definitiva para el transporte del futuro. ¿Puedes resistirte? Sí, pero pronto serás un anacronismo, y en un mundo con emisiones descendentes, un anacronismo, además, peligroso e incómodo, un triste vestigio de una tecnología obsoleta. Y si no tienes sitio donde aparcar y cargar tu coche, vete preparándote: pronto no podrás aparcar en superficie en ningún sitio. La calle no es un aparcamiento.

No, la solución a la emergencia climática no es que todos los vehículos sean sustituidos por vehículos eléctricos. También habrá muchos otros elementos, como el transporte público de calidad y los vehículos autónomos, cada vez más una realidad en más ciudades y países.

En el panorama actual, los vehículos eléctricos no solo son una alternativa viable: son una necesidad inminente. La industria está girando rápidamente hacia una electrificación total, impulsada por una mezcla de demanda del mercado, regulación gubernamental, y una conciencia ambiental que redefine y relega completamente el papel del petróleo. ¿Es el momento de cambiar? Todo indica que sí. Dejémonos de argumentos clásicos de persona desactualizada, abandonemos tecnologías claramente obsoletas, y miremos hacia un futuro más limpio.

Fuente:La cada vez más palmaria superioridad del vehículo eléctrico » Enrique Dans